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jueves, 11 de marzo de 2010

DESTERRADOS DEL PARAISO, EL PRECIO DE LA EVOLUCION Y LA CONDICION DE SER DIOS








Hoy mire el paisaje que circunda mi hogar, escuche entre los insultantes ruidos de los carros, de las retroexcavadoras que abren paso a la civilización y a las nuevas rutas de la humanidad en pro de crecimiento de la sociedad. Pude ver a través del humo de las chimeneas industriales el cielo y sus pájaros, sus nubes y su impacto. Por un instante me creí capaz de anular cualquier distractor artificial entre sonoro visual y olfativo. Pude ubicar al primer visitante que trinaba sin necesidad de hacerse notar, de volar sin tener que llamar la atención, tan solo era su naturaleza esa misma que le concedía un estado de felicidad en sí mismo. No recuerdo a que pensador o filosofo le escuche esto: que la naturaleza y sus habitantes; es decir todos los tres reinos: mineral, vegetal y animal no tenían que ponerse a pensar si eran o no felices .Vuelan por que es su naturaleza, viven en las diferentes formas de existencia y siguen los mismos ciclos que nosotros los humanos vivimos y sin embargo no tiene que preguntarse del por que se deprimen o si tiene o no que ser felices. Su condición es la de un estado y no el de un anhelo. Ellos aun viven y gozan del Paraíso.
Nosotros al igual que estos seres privilegiados de la existencia, habitábamos ese paraíso, en el que la felicidad era un estado y no una forma temporal e inagotable. Un lugar donde las polaridades eran armonía y equilibrio, donde la preservación y el instinto de la naturaleza nos conducían; y adentro y afuera eran lo mismo, arriba y abajo igual, donde ese magnánimo creador suplía con presurosidad todas las necesidades de su creación. (“Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer “Génesis Cap 1, vers 29.).

La paradoja del asunto es que desde nuestra creación según la religión, al ser creados a imagen y semejanza de Dios, ésta condición en sí, ya tenia descrito y sentenciado un destino de destierro, era el precio de ejercer el señoreó sobre los peces del mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra. No es posible concebir una mente sin un cuerpo, y no entiendo ni comprendo por que Dios, el inteligente, el arquitecto creador, dota a su imagen y semejanza a un ser al que por un lado le vende la falsa expectativa de la felicidad completa y eterna, de una tierra prometida y por otro lado comparte su inteligencia, la cual a la larga le dará herramientas para pensar mas allá de los limites de su naturaleza instintiva. Es decir que en el don estaba la trampa. Y si estamos hechos a imagen y semejanza del creador, pues entonces también somos Dios. Por cierto el no vive en el paraíso. O sea que Dios no es eternamente feliz? La conciencia divina entonces no es un estado de efervescencia atemporal a espacial y eterna.
Somos Dios, el precio de la evolución, pensar, usar la herramienta que Dios concedió, el no sabia y en esto creo encontrar una grieta en su obra magnifica de 7 días, y es la autonomía el albedrio, la necesidad de la autodeterminación, el pensamiento el don entrampado de tragedia. El egoísmo de Dios, la vanidad al percatarse de que su súbdito comenzó a cuestionarlo todo incluido su señor y creador. El castigo: el destierro, la perdida del a felicidad, la perdida del paraíso. el precio de la mente y de la razón el don que el mismo nos dio ,incubado en la evolución.
Perdimos nuestra felicidad eterna por la culpa del mismo creador; que irónico, que el que la da, la quita implícitamente y luego condena a vagar a su obra maestra, luego se acerca y le pide que debe resarcir su daño y que debe rendirle tributo, y adoración, para pagar por su pecado, y es que cuando no tenemos ese estado de tranquilidad que concede la condición animal y natural ;y si en cambio la razón, el sufrimiento en inevitable y es así como el hombre necesita y evidentemente en todas las culturas prehistóricas y sucesivas se crean dioses y adoraciones a los astros y seres que de alguna forma eran promesa de ese estado extrañando de felicidad.

Lo absurdo de la religión y ésta encarnada en las instituciones como la iglesia, entiéndase a todas las diversas religiones y creencias del mundo, se pretender embrutecer y suprimir el legado que el mismo Dios otorgo. Menudo problema el de Dios encargar dicha a tarea a los mismos hombres. Por eso las guerras y las diferencias, que no son mas que las guerras de Dios, producto de su grave error, el cual no sabe como corregir. Es por esto que prefiero seguir evolucionando, sabiendo que creo mi destino, sabiendo que soy un eslabón cargado de naturaleza y razón que no quiere volver a la tierra prometida, que disfruta siendo infeliz al saber que mi creador, Dios es más humano que yo.

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